"Cambiar el rumbo, transformar la educación"

Este 24 de enero se conmemora el Día Internacional de la Educación, bajo el lema “Cambiar el rumbo, transformar la educación”, con el objetivo de visibilizar las transformaciones necesarias para garantizar el derecho a la educación para todas las personas.
Por: Fabricio Arnella
24/01/2022
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La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura se propone generar un debate sobre cómo fortalecer la educación como bien público y común, cómo dirigir la transformación digital, apoyar a los docentes, proteger el planeta y liberar el potencial de cada persona para contribuir al bienestar colectivo y a nuestro hogar compartido.

"En esta época excepcional, no podemos seguir haciendo lo mismo de siempre. Si queremos transformar el futuro, si queremos cambiar el rumbo, debemos repensar la educación. Se trata de forjar un nuevo contrato social para la educación, como se pide en el informe de la UNESCO sobre los Futuros de la educación, publicado el pasado mes de noviembre. Tenemos que reparar las injusticias del pasado y orientar la transformación digital hacia la inclusión y la equidad. Y necesitamos que la educación contribuya plenamente al desarrollo sostenible, por ejemplo, integrando la educación ambiental en todos los planes de estudios y formando a los docentes en este ámbito", señaló Audrey Azoulay, Directora General de la UNESCO, con motivo del Día Internacional de la Educación.

La necesidad de esta transformación, avizorada desde hace décadas, se remarca con este duro panorama global, regional y nacional al que nos enfrentamos, marcado por grandes brechas sociales agudizadas por la pandemia de la COVID-19. Tal como lo señala la UNESCO, en la actualidad 262 millones de niños y jóvenes siguen sin estar escolarizados, 617 millones de niños y adolescentes no pueden leer ni manejan cálculos básicos.

Los más recientes datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, muestran que 1 de cada 2 niñas y niños de la región están en riesgo de caer en la pobreza económica. Casi 21 millones de personas carecen de acceso a agua potable básica y 83 millones carecen de acceso a saneamiento básico y, como resultado de la pandemia, los servicios de higiene y las infraestructuras se han derrumbado. Ya antes de la COVID-19, 12 millones de niños, niñas y adolescentes de la región estaban fuera del sistema educativo.

En Paraguay, la deserción escolar alcanza un 59%, es decir, 59 de cada 100 alumnos no terminan la educación escolar básica, mientras que en la educación media, la deserción alcanza un 40%.

Tal y como se detalla en el último informe global de la UNESCO, transformar el futuro requiere “reequilibrar de manera urgente la forma en la que nos relacionamos entre nosotros, con la naturaleza y con la tecnología que impregna nuestras vidas, que nos trae oportunidades innovadoras y, al mismo tiempo, plantea graves problemas de equidad, inclusión y participación democrática”.

La educación es un bien común y como tal, se inscribe en el fin y la razón de ser de una comunidad, atendiendo a que forma y contenido, esencia y apariencia, razón y emoción, objetividad y subjetividad, logran una síntesis superadora de cada realidad en la que interactúan, en la medida en que la educación integral vehiculiza las percepciones y reflexiones de cada situación concreta y estimula la esencia creadora de los seres humanos.

El dato más reciente da cuenta de una inversión del 3,5% del PIB para educación en Paraguay. Con la pandemia, la situación educativa empeoró. Si ya venía ubicándose entre los peores sistemas educativos del mundo, las desigualdades socioeconómicas y culturales se potenciaron para promover una brecha aún más angustiante en perjuicio de una mayoría de estudiantes con problemas de conectividad, de acceso a computadoras y manejo informático.

La educación es un arma poderosa para combatir las “teorías conspiraticias”, las denominadas fake news y toda la proliferación de supuestas informaciones que se combinan con la crisis actual para generar situaciones similares a las que se daban hace más de 50 años atrás, o inclusive en siglos anteriores a la revolución tecnológica. Curiosamente, la hiperconectividad y el exceso de fuentes de comunicación generan resultados parecidos a la carencia de comunicación e información que tuvimos hasta la primera mitad del siglo 20. Y en esa contradicción, la instalación de una educación integral y liberadora de las capacidades de cada ser humano, se nos muestra como la llave para superar ese bombardeo que confunde y disgrega a nuestras sociedades.

El analfabetismo tecnológico, entendido como incapacidad de manejar herramientas tecnológicas y digitales, se combina con la falta de hábito para corroborar las fuentes que solventan determinadas noticias y entonces las comunicaciones con contenido falso logran construir opinión pública contraria a las políticas que se implementan para optimizar la convivencia y las relaciones de producción. Por eso es tan importante visualizar la educación como prioridad estratégica para superar la pobreza y promover una cultura de paz tanto en nuestro país como en el mundo.

Para este 2022, el desafío sigue pasando por el desarrollo de estructuras e infraestructuras coherentes con la condición de bien común que tiene la educación, así como la capacitación docente que abarque una planificación e inversión capaz de cubrir toda la extensión del plantel docente con la profundidad necesaria para vehiculizar y promover la aprehensión consciente de conocimientos y la consciencia para que la ciudadanía pueda beneficiarse de los avances y modificar el proyecto país volviéndolo inclusivo, inteligente y solidario.

Desde la alimentación saludable y los hábitos de ejercicio físico hasta los más innovadores avances tecnológicos, la educación como bien común nos reclama ese lugar central que se merece en la construcción de una responsabilidad social comprometida con la recuperación del medio ambiente y el enfoque de las ciencias en el avance humano, es decir, en el bienestar colectivo.

Para cambiar de rumbo, debemos garantizar la cabal comprensión de nuestra condición humana como seres sociales que forman parte de un mundo que se encuentra en peligro, y del cual no podemos salirnos como si fuera tan solo nuestro hogar, porque el mundo es mucho más que una casa, es el espacio vital que permite nuestra existencia. Este es el desafío de una educación transformadora.

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